Considero que mi labor como coreógrafo no es crear pasos, sino ayudar a los bailarines a ir más allá de los límites que les son familiares; ayudar a los bailarines en la búsqueda de sus lenguajes de movimiento, y cómo ellos pueden conectar sus emociones, sentimientos, demonios y sensualidad de una forma clara.

El teatro ha muerto

Los mismos artistas que se jactan del carácter irracional, pasional, dionisíaco del teatro; los ridículos adalides del «aquí y del ahora»; los caballeros andantes de la entraña y de la víscera; los detractores acérrimos de la lógica y lo apolíneo, ahora no hacen más que invitar a reflexionar, a reinventar, a pensar y repensar.

Estas intervenciones del poder sobre el teatro (y existen casos de censura, control y autocensura a mayor escala, como el de Idomeneo, en Berlín) muestran claramente que el teatro nunca ha llegado a alcanzar el reconocimiento de su autonomía.