Todo. Absolutamente todo lo que suceda después de la cuarentena irá precedido ineludiblemente del prefijo “re- “: repensar, rediseñar, redefinir, reestructurar, reinterpretar.
Ataria Projects | Carlos Pérez Olea
Este supuesto no puede ser de otra manera. La crisis ya no solo sanitaria, sino a todos los niveles a la que la sociedad mundial se está enfrentando ha de derivar irremediablemente en un replanteamiento de los pilares fundamentales de las estructuras estatales, sociales y económicas de nuestro tiempo afectados por la “peste” al más puro estilo artaudiano. De no ser así, esta situación llegará, al final de la misma, al sinsentido y al absurdo más grande al que pueda y deba enfrentarse.
Esta crisis adquiere la categoría de catástrofe en muchas áreas, en función del aspecto en el que se incida de manera crítica: a nivel humanitario y sanitario si analizamos el índice de contagios y muertes; a nivel social si nos fijamos en los cambios de paradigma de las relaciones interpersonales; y a nivel económico si atendemos a la capacidad de gestión y sistemas de producción estatales para afrontar las necesidades de este estado de excepción.
Es evidente, o debiera serlo, que una de las llagas que esta situación ha dejado al descubierto es la incapacidad absoluta del neoliberalismo como sistema para hacer frente a situaciones de alta necesidad social. También se ha puesto de manifiesto la importancia de sectores como el de la sanidad, por supuesto; el ámbito de los cuidados del hogar y de sectores de la población más vulnerables como ancianos y niños; y la importancia del sector del entretenimiento y la cultura. Curiosamente, tres de los sectores que el neoliberalismo extremo y el capitalismo voraz desdeñan sistemáticamente en su funcionamiento habitual.
Es en este último de los sectores, el que nos concierne, el mundo del entretenimiento, de la cultura y de las artes donde el concepto de “crisis” se transforma de manera violenta en el de “catástrofe”. La vida y el desarrollo profesional y económico de muchos, por no decir todos, los profesionales dedicados al sector se han visto golpeados de manera brutal y sus posibilidades reducidas a la mínima expresión.
Este supuesto no puede ser de otra manera. La crisis ya no solo sanitaria, sino a todos los niveles a la que la sociedad mundial se está enfrentando ha de derivar irremediablemente en un replanteamiento de los pilares fundamentales de las estructuras estatales, sociales y económicas de nuestro tiempo afectados por la “peste” al más puro estilo artaudiano. De no ser así, esta situación llegará, al final de la misma, al sinsentido y al absurdo más grande al que pueda y deba enfrentarse.