2020.04.02 Galería

Ensayo [2020_03_05]

[img_40] Fede Ortiz

Todo lo que entra en escena lo hace como objeto, texto, sonido, luz o persona real, sin renunciar a su existencia, en beneficio de una realidad de segundo orden.

La preexistencia de los elementos escénicos no puede ser eliminada por la ilusión del texto o de la puesta en escena. Por ello, el objeto no puede ser tratado como un instrumento. Debe ser respetado en su existencia, siendo por tanto, objeto – actor.

 

«¡Dios! ¡Cuántas veces hay que deciros que anotéis las cosas! Si no tomáis notas, ¡os despido! Paso toda la noche aquí. ¡Podríais al menos tomar notas! Hasta aquí, os he dicho. ¿Y no estáis interpretando a imbéciles! No me miréis con esa cara de idiotas! ¡No miréis detrás de la habitación! ¡Dejad de Mirarme! ¡Hay Que Permanecer en La Línea! ¡Coño! ¡Tienes que llegar frente al caballo! Tienes que comunicarte por telepatía. ¡Lo hemos hecho tantas veces! ¡Os lo suplico! ¡Me juego la rotura del aneurisma! Y será el fin. Ya os lo he dicho, que no tengo a nadie. Ni secretaria de dirección ni de escena. Nadie. Es por eso por lo que me enervo. Debo defenderme contra todos estos bandidos. ¿Esto os divierte? ¡No es divertido! Sé que os reís de mi. Si esto es así, yo me voy. No quiero morir aquí por vuestra culpa. Si no cambiáis de actitud, rompo … Puedo encontrar una compañía en Nuremberg».

 

«Soy un herético. De modo que necesito a Dios. Necesito ese Dios, necesito a mi enemigo. Necesito ese muro, para poder abrir la cabeza. Este es mi credo, mi principio, mi posición en Polonia. Cada cual debe tener su muro».