La palabra ritual solo puede ser encarnada desde estados extracotidianos del ser. A través de los conceptos de aceleración y agresividad el intérprete encuentra lugares de trabajo directamente conectados con el subconsciente.
El teatro opera así como el reverso del orden institucional y de la rutina cotidiana. Es una advertencia a los hombres de las leyes primordiales y no escritas de la tierra y del cosmos son inviolables: los creontes del mundo tienen que pagar. Pero en el caso del teatro no hay restauración del orden, aquí la desgracia es infinita, cada noche, cada puesta en escena, en cada glosolalia, en cada gesto. De actores a público, de director de escena a actores, la relación no estriba en normalizar sino en rechazar la ley humana, demasiado humana, sustentada en un prejuicio contra el mundo. Y solo se quiere una cosa, una sola: que la naturaleza y el cuerpo recobren el estatuto que tenían cuando Dios estaba ausente, o sea, con anterioridad a «la creación».
La palabra ritual solo puede ser encarnada desde estados extracotidianos del ser. A través de los conceptos de aceleración y agresividad el intérprete encuentra lugares de trabajo directamente conectados con el subconsciente.
El teatro opera así como el reverso del orden institucional y de la rutina cotidiana. Es una advertencia a los hombres de las leyes primordiales y no escritas de la tierra y del cosmos son inviolables: los creontes del mundo tienen que pagar. Pero en el caso del teatro no hay restauración del orden, aquí la desgracia es infinita, cada noche, cada puesta en escena, en cada glosolalia, en cada gesto. De actores a público, de director de escena a actores, la relación no estriba en normalizar sino en rechazar la ley humana, demasiado humana, sustentada en un prejuicio contra el mundo. Y solo se quiere una cosa, una sola: que la naturaleza y el cuerpo recobren el estatuto que tenían cuando Dios estaba ausente, o sea, con anterioridad a «la creación».
La palabra ritual solo puede ser encarnada desde estados extracotidianos del ser. A través de los conceptos de aceleración y agresividad el intérprete encuentra lugares de trabajo directamente conectados con el subconsciente.
El teatro opera así como el reverso del orden institucional y de la rutina cotidiana. Es una advertencia a los hombres de las leyes primordiales y no escritas de la tierra y del cosmos son inviolables: los creontes del mundo tienen que pagar. Pero en el caso del teatro no hay restauración del orden, aquí la desgracia es infinita, cada noche, cada puesta en escena, en cada glosolalia, en cada gesto. De actores a público, de director de escena a actores, la relación no estriba en normalizar sino en rechazar la ley humana, demasiado humana, sustentada en un prejuicio contra el mundo. Y solo se quiere una cosa, una sola: que la naturaleza y el cuerpo recobren el estatuto que tenían cuando Dios estaba ausente, o sea, con anterioridad a «la creación».